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miércoles, 12 de noviembre de 2008
miércoles, 8 de octubre de 2008
La campaña y la crisis financiera en EE.UU. Por Noam Chomsky.
La confluencia de la campaña presidencial en Estados Unidos y de la crisis financiera presenta una de esas ocasiones en que los sistemas políticos y económicos revelan escuetamente su naturaleza.
La pasión por la campaña puede no ser compartida de manera universal pero casi todo el mundo puede sentir ansiedad ante la extinción del derecho de redimir hipotecas en millones de viviendas, o temer por sus trabajos, los riesgos que corren sus ahorros o el cuidado de la salud.
Las propuestas iniciales de George W. Bush para manejarse con la crisis apestaban tanto a totalitarismo que fueron rápidamente modificadas. Bajo la intensa presión de los "lobbistas", esas propuestas fueron reformuladas como "una clara victoria para las instituciones más importantes en el sistema... un modo de descargar bienes sin tener que fracasar o cerrar". De esa manera fue descripto por James G. Rickards el paquete de rescate federal del fondo de inversiones Long Term Capital Management en 1998. La idea era hacernos recordar que estamos pisando un territorio familiar.
Los orígenes inmediatos de la crisis actual reposan en el colapso de la "burbuja" de la vivienda supervisada por el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan. Esa burbuja sostuvo a la afligida economía durante los años de Bush por medio de un gasto del consumidor basado en deudas y préstamos del extranjero.
Pero las raíces son más profundas, en parte radican en el triunfo de la liberalización de los mercados de toda tutela gubernamental en los últimos 30 años. Estos pasos incrementaron de manera previsible la frecuencia de malas inversiones, que ahora amenazan con producir la peor crisis desde la Gran Depresión. También de manera predecible, los sectores que cosecharon enormes ganancias con la liberalización están pidiendo ahora masivas intervenciones estatales para rescatar las instituciones financieras que se han derrumbado.
"Socializar las pérdidas". Este tipo de intervencionismo es una pauta regular del capitalismo de Estado, aunque la escala de hoy en día es inusual. Un estudio de los economistas Winfried Ruigrok y Rob van Tulder efectuado hace 15 años determinó que al menos 20 empresas en la lista Fortune 100 no habrían sobrevivido de no haber sido rescatadas por sus gobiernos respectivos. También, señalaron Ruigrok y Van Tulder, muchas empresa del resto lograron ganancias sustanciales al demandar que los gobiernos "socializaran sus pérdidas", como en el actual rescate financiado por los contribuyentes.
Este tipo de intervenciones del gobierno "ha sido la regla en vez de la excepción durante los dos siglos pasados", concluyen los economistas.
En una sociedad con funcionamiento democrático, una campaña política incluiría este tipo fundamental de temas. También se propondrían los medios por los cuales los habitantes del país que sufren las consecuencias puedan tomar un control efectivo.
Peligros de la liberalización extrema. El mercado financiero "ofrece poca atención al riesgo" y es "sistemáticamente ineficaz", señalaron los economistas John Eatwell y Lance Taylor hace una década. Eatwell y Taylor advirtieron sobre los peligros extremos de la liberalización financiera. También reseñaron los costos sustanciales en los que ya se había incurrido y propusieron soluciones que han sido ignoradas. Un factor es el fracaso en calcular los costos de quienes no participan en las transacciones. Ignorar el riesgo sistemático conduce a más tomas de riesgos de las que tendrían lugar en una economía eficaz.
La tarea de las instituciones financieras es tomar riesgos, y si son bien administradas, asegurar que las pérdidas potenciales sean cubiertas por ellas mismas. El énfasis está en el "por ellas mismas".
La liberalización financiera tiene efectos mucho más allá de la economía. Pues es un arma poderosa contra la democracia. Un movimiento libre del capital crea lo que algunos han denominado un "Parlamento virtual" de inversionistas y prestamistas, que supervisan muy de cerca los programas del gobierno y "votan" contra ellos si son considerados irracionales: en beneficio del pueblo, no para favorecer el poder privado concentrado. Los inversionistas y los prestamistas pueden "votar" por medio de la fuga de capitales, de los ataques a las divisas y de otros recursos ofrecidos por la liberalización financiera. Esa es una de las razones por las cuales el sistema Bretton Woods establecido por Estados Unidos y Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial instituyó control de capitales y divisas reguladas.
La Gran Depresión y la guerra despertaron poderosas corrientes democráticas radicales, abarcando desde la resistencia antifascista hasta la organización de la clase trabajadora. Estas presiones hicieron necesario crear políticas socialdemócratas. El sistema Bretton Woods fue diseñado en parte para crear un espacio destinado a la acción gubernamental en respuesta a la voluntad pública. Es decir, para ofrecer alguna medida de democracia.
John Maynard Keynes, el negociador británico, consideró que el logro más importante de Bretton Woods fue establecer el derecho del gobierno para restringir el movimiento de capital. En dramático contraste, en la fase neoliberal después del colapso del sistema Bretton Woods en la década de 1970, el Tesoro de Estados Unidos considera ahora la movilidad libre del capital un "derecho fundamental", a diferencia de los supuestos "derechos" tales como los garantizados por la Declaración Universal de Derechos Humanos: salud, educación, empleo decente, seguridad y otros derechos que las administraciones de Ronald Reagan y Bush han considerado "cartas a Santa Claus", o "absurdos" y simples "mitos".
Con la radicalización del público en general, durante la Gran Depresión y la guerra antifascista, se hicieron campañas vigorosas contra la riqueza que se hallaba en manos privadas. Por lo tanto en el sistema Bretton Woods, "los límites sobre la movilidad de capital... fueron una fuente de aislamiento de las presiones del mercado".
El corolario obvio es que tras el desmantelamiento del sistema, luego de la guerra, la democracia ha sido restringida. Por lo tanto, ha sido necesario controlar y marginalizar al público. Esos procesos son muy evidentes en sociedades manejadas como si se tratase de empresas. Es el caso de Estados Unidos. Una demostración es el manejo de las extravagancias electorales por parte de la industria de las relaciones públicas.
"La política es la sombra que los grandes negocios arrojan a la sociedad", concluyó John Dewey, el principal filósofo social del siglo 20 en América. Y así continuará siendo, mientras el poder resida en "el control privado de la banca, la tierra, la industria, reforzada por el mando de la prensa, los agentes de la prensa y otros medios de publicidad y propaganda".
El partido de los negocios. Estados Unidos tiene efectivamente un sistema unipartidista. Se trata del partido de los negocios, que cuenta con dos facciones, los republicanos y los demócratas. Hay diferencias entre ellos. En su estudio "Unequal Democracy: The Political Economy of the New Gilded Age", Larry M. Bartels muestra que durante las pasadas seis décadas "los ingresos reales de las familias de la clase media han crecido el doble bajo los demócratas que bajo los republicanos". Por otra parte, "los ingresos reales de las familias trabajadoras pobres han crecido seis veces más durante los demócratas que bajo los republicanos".
Las diferencias también pueden ser detectadas en las elecciones actuales. Los votantes deben considerarlas, pero sin tener ilusiones sobre los partidos políticos. También deben tomar en cuenta que durante siglos, la legislación progresista y el bienestar social han sido ganados por medio de luchas populares, no por regalos desde arriba.
Estas luchas siguen un ciclo de éxitos y retrocesos. Ellas deben ser proseguidas cada día, no solamente una vez cada cuatro años. El objetivo es crear una sociedad democrática que ofrezca respuestas genuinas, desde la urna electoral hasta el lugar de trabajo.
Noam Chomsky
Filósofo, lingüista, analista internacional norteamericano
© The New York Times Syndicate y La Voz del Interior
La pasión por la campaña puede no ser compartida de manera universal pero casi todo el mundo puede sentir ansiedad ante la extinción del derecho de redimir hipotecas en millones de viviendas, o temer por sus trabajos, los riesgos que corren sus ahorros o el cuidado de la salud.
Las propuestas iniciales de George W. Bush para manejarse con la crisis apestaban tanto a totalitarismo que fueron rápidamente modificadas. Bajo la intensa presión de los "lobbistas", esas propuestas fueron reformuladas como "una clara victoria para las instituciones más importantes en el sistema... un modo de descargar bienes sin tener que fracasar o cerrar". De esa manera fue descripto por James G. Rickards el paquete de rescate federal del fondo de inversiones Long Term Capital Management en 1998. La idea era hacernos recordar que estamos pisando un territorio familiar.
Los orígenes inmediatos de la crisis actual reposan en el colapso de la "burbuja" de la vivienda supervisada por el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan. Esa burbuja sostuvo a la afligida economía durante los años de Bush por medio de un gasto del consumidor basado en deudas y préstamos del extranjero.
Pero las raíces son más profundas, en parte radican en el triunfo de la liberalización de los mercados de toda tutela gubernamental en los últimos 30 años. Estos pasos incrementaron de manera previsible la frecuencia de malas inversiones, que ahora amenazan con producir la peor crisis desde la Gran Depresión. También de manera predecible, los sectores que cosecharon enormes ganancias con la liberalización están pidiendo ahora masivas intervenciones estatales para rescatar las instituciones financieras que se han derrumbado.
"Socializar las pérdidas". Este tipo de intervencionismo es una pauta regular del capitalismo de Estado, aunque la escala de hoy en día es inusual. Un estudio de los economistas Winfried Ruigrok y Rob van Tulder efectuado hace 15 años determinó que al menos 20 empresas en la lista Fortune 100 no habrían sobrevivido de no haber sido rescatadas por sus gobiernos respectivos. También, señalaron Ruigrok y Van Tulder, muchas empresa del resto lograron ganancias sustanciales al demandar que los gobiernos "socializaran sus pérdidas", como en el actual rescate financiado por los contribuyentes.
Este tipo de intervenciones del gobierno "ha sido la regla en vez de la excepción durante los dos siglos pasados", concluyen los economistas.
En una sociedad con funcionamiento democrático, una campaña política incluiría este tipo fundamental de temas. También se propondrían los medios por los cuales los habitantes del país que sufren las consecuencias puedan tomar un control efectivo.
Peligros de la liberalización extrema. El mercado financiero "ofrece poca atención al riesgo" y es "sistemáticamente ineficaz", señalaron los economistas John Eatwell y Lance Taylor hace una década. Eatwell y Taylor advirtieron sobre los peligros extremos de la liberalización financiera. También reseñaron los costos sustanciales en los que ya se había incurrido y propusieron soluciones que han sido ignoradas. Un factor es el fracaso en calcular los costos de quienes no participan en las transacciones. Ignorar el riesgo sistemático conduce a más tomas de riesgos de las que tendrían lugar en una economía eficaz.
La tarea de las instituciones financieras es tomar riesgos, y si son bien administradas, asegurar que las pérdidas potenciales sean cubiertas por ellas mismas. El énfasis está en el "por ellas mismas".
La liberalización financiera tiene efectos mucho más allá de la economía. Pues es un arma poderosa contra la democracia. Un movimiento libre del capital crea lo que algunos han denominado un "Parlamento virtual" de inversionistas y prestamistas, que supervisan muy de cerca los programas del gobierno y "votan" contra ellos si son considerados irracionales: en beneficio del pueblo, no para favorecer el poder privado concentrado. Los inversionistas y los prestamistas pueden "votar" por medio de la fuga de capitales, de los ataques a las divisas y de otros recursos ofrecidos por la liberalización financiera. Esa es una de las razones por las cuales el sistema Bretton Woods establecido por Estados Unidos y Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial instituyó control de capitales y divisas reguladas.
La Gran Depresión y la guerra despertaron poderosas corrientes democráticas radicales, abarcando desde la resistencia antifascista hasta la organización de la clase trabajadora. Estas presiones hicieron necesario crear políticas socialdemócratas. El sistema Bretton Woods fue diseñado en parte para crear un espacio destinado a la acción gubernamental en respuesta a la voluntad pública. Es decir, para ofrecer alguna medida de democracia.
John Maynard Keynes, el negociador británico, consideró que el logro más importante de Bretton Woods fue establecer el derecho del gobierno para restringir el movimiento de capital. En dramático contraste, en la fase neoliberal después del colapso del sistema Bretton Woods en la década de 1970, el Tesoro de Estados Unidos considera ahora la movilidad libre del capital un "derecho fundamental", a diferencia de los supuestos "derechos" tales como los garantizados por la Declaración Universal de Derechos Humanos: salud, educación, empleo decente, seguridad y otros derechos que las administraciones de Ronald Reagan y Bush han considerado "cartas a Santa Claus", o "absurdos" y simples "mitos".
Con la radicalización del público en general, durante la Gran Depresión y la guerra antifascista, se hicieron campañas vigorosas contra la riqueza que se hallaba en manos privadas. Por lo tanto en el sistema Bretton Woods, "los límites sobre la movilidad de capital... fueron una fuente de aislamiento de las presiones del mercado".
El corolario obvio es que tras el desmantelamiento del sistema, luego de la guerra, la democracia ha sido restringida. Por lo tanto, ha sido necesario controlar y marginalizar al público. Esos procesos son muy evidentes en sociedades manejadas como si se tratase de empresas. Es el caso de Estados Unidos. Una demostración es el manejo de las extravagancias electorales por parte de la industria de las relaciones públicas.
"La política es la sombra que los grandes negocios arrojan a la sociedad", concluyó John Dewey, el principal filósofo social del siglo 20 en América. Y así continuará siendo, mientras el poder resida en "el control privado de la banca, la tierra, la industria, reforzada por el mando de la prensa, los agentes de la prensa y otros medios de publicidad y propaganda".
El partido de los negocios. Estados Unidos tiene efectivamente un sistema unipartidista. Se trata del partido de los negocios, que cuenta con dos facciones, los republicanos y los demócratas. Hay diferencias entre ellos. En su estudio "Unequal Democracy: The Political Economy of the New Gilded Age", Larry M. Bartels muestra que durante las pasadas seis décadas "los ingresos reales de las familias de la clase media han crecido el doble bajo los demócratas que bajo los republicanos". Por otra parte, "los ingresos reales de las familias trabajadoras pobres han crecido seis veces más durante los demócratas que bajo los republicanos".
Las diferencias también pueden ser detectadas en las elecciones actuales. Los votantes deben considerarlas, pero sin tener ilusiones sobre los partidos políticos. También deben tomar en cuenta que durante siglos, la legislación progresista y el bienestar social han sido ganados por medio de luchas populares, no por regalos desde arriba.
Estas luchas siguen un ciclo de éxitos y retrocesos. Ellas deben ser proseguidas cada día, no solamente una vez cada cuatro años. El objetivo es crear una sociedad democrática que ofrezca respuestas genuinas, desde la urna electoral hasta el lugar de trabajo.
Noam Chomsky
Filósofo, lingüista, analista internacional norteamericano
© The New York Times Syndicate y La Voz del Interior
miércoles, 3 de septiembre de 2008
La señal de un gobierno debilitado*
Miguel Bonasso
03.09.2008
El establishment, integrado por corporaciones extranjeras en un 70%, celebró estruendosamente el sorpresivo anuncio de la Presidenta de cancelar la deuda con el Club de París.
Esta vez, va a resultar difícil argumentar –como ocurrió en el caso del FMI– que se trata de una decisión “nacional y popular”.
Es a todas luces la señal que un gobierno debilitado emite en dirección al poder real, el de los temibles “mercados”, que regresaron con el cuco del “riesgo país”, la famosa “vulnerabilidad externa” y la vieja patraña de las inversiones extranjeras que vienen a salvarnos (ver Marsans-Aerolíneas, etc.).
Es paradójico que se elija el Día de la Industria para anunciar el desembolso y, de un saque, 6.706 millones de dólares de las reservas del Banco Central, para contentar a los que nos amenazan con limitar nuestros créditos internacionales si no “regresamos al mundo” (es decir, a los noventa). Ya en marzo, el embajador de Francia advirtió que no habría créditos blandos para el proyecto del tren bala si no se arreglaba con el Club de París. Y el arreglo pasaba por aceptar el visto bueno del FMI o “pagar cash”. Más claro…
En los momentos más álgidos de la “guerra gaucha”, los portavoces locales del “regreso al mundo” empezaron a postular que se debía abandonar por completo el actual esquema cambiario dejando que el dólar cayera, a sabiendas de que eso significa incremento del desempleo. Después del “Cletazo”, desde el gobierno se dejó de sostener el dólar caro. Era una señal de “sensatez”, de regreso a medidas ortodoxas.
Con el argumento relativamente razonable de que se debía crear un colchón financiero para ponerse a resguardo del huracán que amenaza al mundo, se defendió a capa y espada la intangibilidad de las reservas aposentadas en el Banco Central. Que sí se pueden usar parcialmente para pagarle al Club de París pero no, por ejemplo, para crear un Banco de Desarrollo Industrial como el que propusimos en un proyecto legislativo que duerme en Diputados desde 2005.
Una fórmula que usó Brasil exitosamente con el Bandes, que ahora vendría a apoyar a empresarios argentinos, en proyectos reducidos y acotados. Una fórmula, esa sí “nacional y popular”, que empleó el primer gobierno de Perón, para que el Estado se apoderase de parte del excedente agropecuario y lo empleara en promover la industria nacional.
No hay que leer en estas líneas una crítica obtusa a las inversiones extranjeras genuinas o el infantilismo de negar la correlación de fuerzas a nivel mundial. Hay frustración y cansancio al advertir que carecemos de un modelo de país y que nuestros recursos genuinos no se emplean en función de un plan de desarrollo, en el que la inversión pública (no el gasto) debe jugar un papel decisivo. Como ocurrió en el caso de Brasil, que impulsó con gran fuerza su desarrollo industrial para recién buscar un lugar en los mercados financieros internacionales. Y un lugar que no fuera el de un simple subordinado.
*Por Miguel Bonasso en el Diario Crítica - 03.09.2008
03.09.2008
El establishment, integrado por corporaciones extranjeras en un 70%, celebró estruendosamente el sorpresivo anuncio de la Presidenta de cancelar la deuda con el Club de París.
Esta vez, va a resultar difícil argumentar –como ocurrió en el caso del FMI– que se trata de una decisión “nacional y popular”.
Es a todas luces la señal que un gobierno debilitado emite en dirección al poder real, el de los temibles “mercados”, que regresaron con el cuco del “riesgo país”, la famosa “vulnerabilidad externa” y la vieja patraña de las inversiones extranjeras que vienen a salvarnos (ver Marsans-Aerolíneas, etc.).
Es paradójico que se elija el Día de la Industria para anunciar el desembolso y, de un saque, 6.706 millones de dólares de las reservas del Banco Central, para contentar a los que nos amenazan con limitar nuestros créditos internacionales si no “regresamos al mundo” (es decir, a los noventa). Ya en marzo, el embajador de Francia advirtió que no habría créditos blandos para el proyecto del tren bala si no se arreglaba con el Club de París. Y el arreglo pasaba por aceptar el visto bueno del FMI o “pagar cash”. Más claro…
En los momentos más álgidos de la “guerra gaucha”, los portavoces locales del “regreso al mundo” empezaron a postular que se debía abandonar por completo el actual esquema cambiario dejando que el dólar cayera, a sabiendas de que eso significa incremento del desempleo. Después del “Cletazo”, desde el gobierno se dejó de sostener el dólar caro. Era una señal de “sensatez”, de regreso a medidas ortodoxas.
Con el argumento relativamente razonable de que se debía crear un colchón financiero para ponerse a resguardo del huracán que amenaza al mundo, se defendió a capa y espada la intangibilidad de las reservas aposentadas en el Banco Central. Que sí se pueden usar parcialmente para pagarle al Club de París pero no, por ejemplo, para crear un Banco de Desarrollo Industrial como el que propusimos en un proyecto legislativo que duerme en Diputados desde 2005.
Una fórmula que usó Brasil exitosamente con el Bandes, que ahora vendría a apoyar a empresarios argentinos, en proyectos reducidos y acotados. Una fórmula, esa sí “nacional y popular”, que empleó el primer gobierno de Perón, para que el Estado se apoderase de parte del excedente agropecuario y lo empleara en promover la industria nacional.
No hay que leer en estas líneas una crítica obtusa a las inversiones extranjeras genuinas o el infantilismo de negar la correlación de fuerzas a nivel mundial. Hay frustración y cansancio al advertir que carecemos de un modelo de país y que nuestros recursos genuinos no se emplean en función de un plan de desarrollo, en el que la inversión pública (no el gasto) debe jugar un papel decisivo. Como ocurrió en el caso de Brasil, que impulsó con gran fuerza su desarrollo industrial para recién buscar un lugar en los mercados financieros internacionales. Y un lugar que no fuera el de un simple subordinado.
*Por Miguel Bonasso en el Diario Crítica - 03.09.2008
lunes, 1 de septiembre de 2008
La Reforma Universitaria y la Universidad hoy
La Reforma Universitaria y la Universidad hoy
Los estudiantes
Si aceptamos que una clase social se define por la posición o posibilidades dadas por la posesión de medios de producción, la apropiación de plusvalía o la venta de la fuerza de trabajo, es evidente que los estudiantes no pueden ser clasificados en ninguna categoría, ya que no son patrones ni trabajadores..
Algunos estudiosos del tema, los ubican a partir de su origen social. Dado que la mayoría proviene de las clases medias o altas, parecería natural relacionar los conflictos de estas clases sociales con los estudiantiles. Este razonamiento aporta confusión, ya que el estudiante, además de las influencias que contiene de la educación propia de su origen, incorpora el sentido de rebeldía de las fuerzas nuevas y las contradicciones propias de su aproximación a la función de intelectual.
Suena más razonable definirlos como una capa o grupo social, con intereses y puntos de vista propios, independientes de las clases sociales.
La hegemonía lograda por las aristocracias coloniales en el proceso de las luchas por la independencia latinoamericana, se reproduce naturalmente en sus universidades: La enseñanza universitaria es, en este esquema, un privilegio de las minorías, lo cual la lleva a una inevitable burocratización académica.
El objetivo es el de formar y disponer de doctores y técnicos funcionales a los sectores dominantes. Este elitismo definidamente conservador, obstruye los caminos de la evolución del pensamiento, llevando a los claustros universitarios el empobrecimiento científico.
La universidad, creada para formar a los intelectuales orgánicos de la burguesía, se encuentra encerrada en un doble callejón sin salida.
“... no es funcional ni en relación a las demandas de la economía capitalista ni en relación a las demandas de aquellos que quieren derrocar al capitalismo; no dispensa ni una “cultura útil” ni una “cultura rebelde” (la cual, por definición, no se dispensa); dispensa una cultura universitaria, un saber separado de toda práctica productiva o militante. (...) No puede, entonces plantearse el reformar la Universidad, sino solamente destruirla para destruir a la vez la cultura separada del pueblo que ella encarna (la de los mandarines) y la estratificación social de la cual sigue siendo, a pesar de todo, el instrumento” (André Gorz: “Destruir a la Universidad”. Tiempos Modernos Nº 285. París)
Así como la lucha por la modificación de las condiciones de trabajo, sólo pueden ser encabezadas y dirigidas por los trabajadores, la transformación de estas uni8versidades petrificadas, debían ser iniciadas por los estudiantes.
Cuando recientemente se produjo la toma del rectorado de la UBA, se alzaron voces desde los medios de comunicación, incluso de algunos profesores “progre” espantados ante la politización de los estudiantes.
Deodoro Roca, uno de los fundamentales actores de la Reforma Universitaria, decía: “el puro universitario es una cosa monstruosa”. y para José Carlos Mariátegui, “las luchas estudiantiles deben politizarse e ir más allá de las meras reivindicaciones universitarias”. El reclamo por la modificación de los métodos pedagógicos y la reforma del sistema docente, deben continuar y alcanzar un planteo revolucionario que modifique a toda la sociedad. Mariátegui sostiene que las luchas estudiantiles deben eludir las internas del poder o alinearse en ninguna fracción del sistema, construyendo una alternativa propia, autónoma, revolucionaria.
A mediados del siglo XX, los estudiantes profundizan sus cuestionamientos. La falta de fondos en el presupuesto universitario, comenzaron a enlazarse con las desigualdades de la sociedad en su conjunto; los contenidos de la enseñanza, se explican por el objetivo de legitimar el poder a través de la educación; la falta de democracia en la vida universitaria, se vincula con los intereses de clase del Estado; las prohibiciones y control, de las actividades sexuales, con la dominación de una clase sobre otra.
Los estudiantes, casi siempre, se identifican con las nuevas ideas o los proyectos que intentan modificar la organización social, aunque comprendan finalmente que no alcanzan a los conflictos esenciales. La universidad ofrece siempre un escenario propicio para el debate ideológico.
Este debate, no siempre refleja el pensamiento político que pueda circular fuera de la universidad, incluso de la clase social de donde provengan. A menudo, la clase obrera se mantiene ajena a sus inquietudes y no responde a los esfuerzos de algunos grupos estudiantiles que imaginan ubicarse como centro y bandera de luchas que los trabajadores no tienen planteadas. Esto sucede porque el ámbito universitario se encierra en sí mismo, creando un clima político divorciado de la realidad que circula por las calles.
No necesariamente los estudiantes adoptan ideas radicales, ni adhieren a políticas enfrentadas con el sistema. En tanto la universidad refleja los intereses y conflictos de la sociedad a la que pertenece, es natural que haya grupos que representen las ideas de las clases dominantes. Los centros de estudiantes latinoamericanos, desarrollan abiertamente las representaciones de los partidos tradicionales. Sucede con la democracia cristiana en Chile y Venezuela, el PRI en Méjico, el peronismo y el radicalismo en La Argentina.
Incluso el movimiento estudiantil puede llegar a ser en algunas etapas, tan reaccionario, que se lo puede ubicar como de ultra derecha. En la década del 20, los estudiantes ingleses actuaban de rompehuelgas. Aún más extremo, fue su papel en Indonesia, con la caída del gobierno popular de Sukarno; su misión fue delatar a quienes debían ser asesinados por los piquetes militares, que llegaron a alrededor de 700.000 indonesios. Durante el primer gobierno de Perón, las organizaciones estudiantiles se incorporaron al frente oligárquico – imperialista de oposición. Colaboraron con el golpe reaccionario de 1955, y actuaron de rompehuelgas en una huelga de los trabajadores del transporte automotor. En los intentos de golpe de estado contra el gobierno de Chávez, y en el plebiscito por la reforma de la constitución en Venezuela, importantes sectores universitarios actuaron como fuerzas de choque de la derecha.
La complejidad del sector determina que las representaciones de los partidos en las universidades, ubicados en su ala izquierda suelen entrar en conflicto con su línea política, provocando rompimientos extremos. Un desprendimiento de la Acción Democrática, de Rómulo Betancourt, creó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria Venezolano; de la separación del APRA surgió el MIR peruano, dirigido por De La Puente Uceda que luego fue un destacado dirigente guerrillero; de la democracia cristiana chilena, grupos disidentes fundan el MAPU y el MIR, que se integran a la Unidad Popular; en La Argentina, universitarios integrantes del peronismo, radicalismo, del PC, se incorporan a Montoneros, ERP y otros movimientos guerrilleros.
La Reforma Universitaria
En América Latina, Afrecha y Asia, los estudiantes tienen una larga experiencia de participación en las luchas antioligárquicas, antiimperialistas y anticolonialistas.
En nuestro continente, el antecedente más significativo surge en Argentina. En 1918, el estudiantado cordobés comienza a reclamar cambios académicos y culturales. El debate y las exigencias de una renovación pedagógica se extienden por toda América Latina.
Es oportuno recordar el escenario internacional. A la conmoción y reacomodamiento provocado por la Primera Guerra Mundial, se agrega la revolución rusa que se convierte en el primer Estado Socialista, y el triunfo de la revolución mejicana. Todo lo cual hace visualizar un proceso de liberación que ya había comenzado en China y se creía que continuaría en la India.
En el orden nacional, el movimiento registra como antecedentes las grandes huelgas realizadas en la Facultad de Derecho y en la de ciencias Médicas de Buenos Aires a comienzos del siglo XX. Estos acontecimientos dan origen a un movimiento estudiantil con influencia socialista. En abril de 1918 se crea la Federación Universitaria Argentina (FUA), integrada por estudiantes de Tucumán, Santa Fé, Córdoba, La Plata y buenos Aires.
En el orden político, un hecho trascendente es la aprobación de la Ley de Sufragio Universal, en 1912, y en 1916 se produce el triunfo del radicalismo, celebrado como un triunfo del reclamo popular.
Sin desconocer la influencia que estos acontecimientos puedan haber tenido en el ámbito universitario, el movimiento estudiantil tenía motivaciones propias. El hecho de ser Córdoba el punto neurálgico, se debe a que es donde están más agudizadas las contradicciones entre una juventud que observa un mundo en proceso de cambio, y la sociedad local, empecinada en detener el tiempo.
La Universidad Cordobesa funcionaba igual que en 1613, cuando fue fundada. Dominado por el patriciado tradicional, con el manejo de las autoridades religiosas, imponía un extremo régimen de autoridad, rechazaba el método científico y experimental, y se enseñaba teología y derecho público eclesiástico.
Los estudiantes cordobeses comienzan a reclamar el cambio de sistema de cátedras. Frente al rechazo de las autoridades deciden iniciar una huelga que se cumple exitosamente y se extiende a todas las universidades del país. Se organizan manifestaciones reprimidas violentamente por la policía, lo cual produce la solidaridad de sindicatos y partidos de izquierda.
El 21 de junio de 1918, los estudiantes emiten un histórico documento: “Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria” “La Federación Universitaria de Córdoba reclama un gobierno estrictamente democrático y sostiene que el Demos universitario, la soberanía, el derecho a darse el gobierno propio radica principalmente en los estudiantes. El concepto de autoridad que corresponde y acompaña a un director o a un maestro en un hogar de estudiantes universitarios no puede apoyarse en la fuerza de disciplinas extrañas a la sustancia de los estudios. La autoridad de un hogar de estudiantes no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando: enseñando”
En otro párrafo, se pone de manifiesto el espíritu liberal y anticlerical: “No podemos dejar librada nuestra suerte a la tiranía de una secta religiosa”
En septiembre, a tres meses de huelga, los estudiantes toman la universidad. Asumen el gobierno de la misma, eligen a los profesores e incluso a los decanos. Se dispone el levantamiento de la huelga y se invita al pueblo al acto de iniciación de las clases, que es impedido por la policía y el ejército. Finalmente el gobierno irigoyenista no tiene más remedio que aceptar las exigencias. Establece un nuevo estatuto que adopta la docencia libre y la participación de los alumnos en el gobierno de la universidad.
Las ideas de la Reforma. se pueden sintetizar en tres conceptos:
1. Democratización de la Universidad, con un gobierno autónomo formado con profesores, estudiantes y graduados.
2. Terminar con el oscurantismo, imponiendo una enseñanza científica. Para ello exigían profesores idóneos, elegidos por concurso.
3. Vinculación de la universidad con los problemas políticos y sociales del país. Los estudiantes reformistas buscaron la alianza con sectores populares, solidarizándose con la lucha antiimperialista de América latina.
No se puede ni se debe desconocer la proyección latinoamericana de la Reforma.
El Manifiesto Liminar comienza con la frase: “La Juventud Argentina de Córdoba a los Hombres Libres de Sudamérica…” En párrafos posteriores el mensaje continúa: “Nuestra América hasta hoy ha vivido de Europa, teniéndola por guía. En cultura la ha nutrido y orientado. Pero la última guerra ha hecho evidente lo que ya se adivinaba: que en el corazón de esa cultura iban los gérmenes de su propia disolución. Su ciencia estaba al servicio de las minorías dominantes y alimentaba la lucha del hombre contra el hombre… Para los jóvenes, esto trajo como consecuencia el despertar de un continente que vivía colonizado por el pensamiento europeo y cuyos hombres representativos sólo aspiran a figurar como rasgo notorio de discípulos en el concierto mundial de la inteligencia”
La convicción americanista de la Reforma le permite promover acciones concretas en dirección de una fuerte solidaridad y organización internacional.
En 1921 se realiza el Primer Congreso Internacional de Estudiantes en la ciudad de México, de allí surge la Federación Internacional de Estudiantes. En 1925, se organiza también en México, el Primer Congreso de Estudiantes Iberoamericanos. Allí fueron declarados “Maestros de la Juventud”, Alfredo Palacios, Miguel de Unamuno, José Ingenieros, José Martí y José Vasconcelos Calderón. En 1937 se organiza en Santiago de Chile, el Primero Congreso Latinoamericano de Estudiantes, realizándose el Segundo en la ciudad de La Plata (Argentina).
El ejemplo argentino es imitado, primero Perú, luego Cuba, después todos los países latinoamericanos desarrollaron sus propias luchas. En 1920, Gabriel del Mazo, Presidente de la FUA, firmó un convenio con su par de la Federación de Estudiantes del Perú, comprometiéndose a intensificar el intercambio cultural, solidarizarse con la Reforma, luchar por crear o sostener universidades populares y a realizar periódicamente congresos internacionales de estudiantes.
En diciembre del mismo año se firmó otro acuerdo con los estudiantes de Chile, y se organizó el Primer Congreso Nacional de Estudiantes del Perú, seguido por la Convención de Estudiantes de Chile y el Primer Congreso Internacional de Estudiantes realizado en México, en 1921.
Durante la década del 20, la Reforma se extiende y camina por toda Latinoamérica.
La Reforma marca el nacimiento de una generación con un nuevo pensamiento latinoamericano. El proceso de las luchas estudiantiles en Argentina, Uruguay, Chile, Perú, México, Cuba, etc. Si bien parten de incidentes secundarios y distintos, desnudan un mismo origen: el reclamo de una reforma no sólo académica, sino de toda la sociedad.
El sentimiento casi místico de la posguerra, la pasión revolucionaria, la idea confusa de que el mundo entraba en una etapa nueva, a partir de haber develado la inhumanidad del capitalismo; empujaba a los jóvenes a llevar a cabo una heroica misión histórica.
La ideología del movimiento estudiantil, tanto en América Latina como en Europa, no era homogénea, entre otras cosas, porque tanto los viejos partidos socialistas reformistas, como las organizaciones de izquierda, se acomodaron a las ideas demo liberales.
El peruano José Carlos Mariátegui, uno de los impulsores de una lectura latinoamericana del marxismo, rechaza la visión economicista originada en la URSS, después de la muerte de Lenin, que subestima la especificidad del problema educativo.
Enfrenta el pensamiento impulsado por Victorio Codovilla, fundador y cabeza política del Partido Comunista de la Argentina, que desprecia a la Reforma Universitaria, calificándola como “simple ideología pequeño burguesa e idealista”, como lo expresa en la Primera Conferencia Comunista Sudamericana de 1929. Esta incomprensión del P. Comunista, se repite 50 años después, con las luchas estudiantiles del 68 europeo.
Las banderas reformistas son recogidas, en su propio contexto político y social, cincuenta años después, por el estudiantado europeo
Los años 60 quedaron marcados por lo que se llamó “El Mayo Francés”. Este movimiento no fue un hecho aislado ni producido por casualidad o por la espontaneidad de un grupo de estudiantes universitarios franceses.
Los estudiantes de la Facultad de Letras, Leyes y Magisterio de Turín, hacen público un documento en 1968, titulado: “Didáctica y represión” “Por lo que se refiere a la investigación, en nuestra Universidad, investigar quiere decir publicar artículos o libros. Y como el prestigio de los profesores se mide por el volumen de las publicaciones que realiza el Instituto en el que se encuentran enfeudados, impulsan a asistentes y becarios a trabajar en investigaciones completamente inútiles, pero susceptibles de ser publicadas y que valen para triunfar en los concursos... Por lo que se refiere a la didáctica, en la lección magistral el catedrático recita de memoria sus libros y, en el seminario, bajo su dirección sólo se llega a descubrir lo que ya se sabía y quería que fuese descubierto... En cuanto al estudiante, tiene un simple papel receptivo y pasivo. Tiene que perder el día y aceptar un conjunto de vacíos ritos académicos, como son las lecciones, seminarios y laboratorios, pretendiendo hacérsele creer que éste es el único medio de apropiarse de la ciencia y la cultura... Los exámenes, las lecciones, la pérdida de tiempo, el adoctrinamiento, los procedimientos disciplinarios, la imposición desde arriba de la ciencia y de la cultura, son formas de control y de violencia que se ejercen sobre los estudiantes” *
En el mismo año 1968, los alumnos del Instituto de la Universidad de Ciencias Sociales de Trento, manifiestan: “La Universidad es una de las instituciones productivas del sistema social actual, como sistema mercantil (sistema de mercancías). Produce un tipo particular de mercancía: el hombre, considerado como mercancía, como fuerza de trabajo calificada o en camino de calificación, como diplomado o candidato al diploma. La finalidad de esta Institución productiva (la universidad) es ubicar esta mercancía (los estudiantes diplomados) en el mercado de trabajo, a fin de venderla y de insertarla en el ciclo complejo de reproducción social para que ella sea consumida... No es esencial, por consiguiente, para este tipo de institución productiva terminar el proceso de producción de la mercancía. Así la parte más grande de la mercadería estará ubicada en el mercado, en el lugar de trabajo de tiempo parcial, es decir: el estudiante-trabajador, luego simplemente trabajador, sin haber terminado el ciclo de sus estudios” *
El movimiento de rebeldía estudiantil hasta mediados del siglo XX, no se limita a enfrentar al sistema universitario, al servicio de la sociedad de consumo. Empujado por su natural audacia y falta de prejuicios sociales y políticos, ataca los conceptos fundamentales de las clases medias (de donde proviene la mayoría de ellos mismos), a los partidos políticos, no sólo los de la derecha sino también a los de la izquierda.
La actualidad
A partir del retorno de la normalidad institucional del país, la conducción de la Universidad y del movimiento estudiantil, estuvo en manos del radicalismo y del menemismo, quienes trasladaron a éste ámbito los vicios y corrupciones de su práctica política. El desafío, sustancialmente es el mismo que enfrenta el campo popular en su conjunto: elaborar un programa de acción que posibilite unir, tanto a las innumerables fracciones como a los dispersos y desencantados, aprovechando los espacios que abre el gobierno nacional con su política de Derechos Humanos, la reivindicación de la militancia de los 70`, entre otras cosas.
El fracaso del neoliberalismo en el plano político, no tuvo las mismas consecuencias en el universitario. Los promotores de una universidad elitista y “eficiente”, siguen ocupando espacios importantes. El poder de las multinacionales y los grandes capitales “nacionales”, sigue intacto, saboteando investigaciones, programas o prácticas de estudio; promoviendo a su vez, actividades y líneas de trabajo que apuntan a formar un profesional a la medida de las necesidades del mercado de trabajo privado, fogoneando periódicamente campañas contra la universidad libre y gratuita.
Independientemente de reclamos sectoriales y reivindicaciones inmediatas, justas y necesarias, el programa de acción del que hablamos, debería tener como objetivo central, la democratización real y efectiva de las universidades, modificando de raíz su sistema de conducción y administración, incorporando en un plano de igualdad, no sólo a los estudiantes, sino también a los gobiernos provinciales, a los trabajadores y pequeños y medianos productores, con el fin de analizar y promover carreras y programas de estudio que atiendan a las necesidades de cada región del país.
Frente a la necesidad de reconstruir la industria nacional, resulta contradictorio comprobar que las universidades públicas, siguen sosteniendo prioritariamente carreras de servicio, propias del modelo de los años 90`.
Según datos del Anuario 2005-2006, de la Secretaría de Políticas Universitarias, del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, el 75,6 % de los estudiantes, cursan carreras de Ciencias Básicas, Humanas, Salud y Sociales. Sólo el 24,3%, siguen carreras de Ciencias Aplicadas. En particular, las carreras de Derecho y las Económicas, concentran el 34.9% de egresados.
Una universidad con una conducción compartida, como la que proponemos, estaría en condiciones de estudiar seriamente y modificar este perfil, impulsando una mayor proporción de ingresos a las carreras de Ciencias Aplicadas. Mientras tanto, resulta prioritario debatir el tema, no sólo los ámbitos académicos, sino la sociedad en pleno.
La financiación de la universidad se sostiene con el aporte de todos nosotros. Si relacionamos el presupuesto 2008 (ley 26337), con el cálculo de egresados para este año (62900), cada uno de ellos nos costaría a todos nosotros, algo más de $ 89.000
Volvemos a afirmar que la universidad pertenece a la Nación y al pueblo en su conjunto. En consecuencia resulta razonable exigir que tanto la institución como los estudiantes, así como ejercen el derecho a enseñar y a estudiar, tienen el deber de dar respuestas a las necesidades de la población en general, y en particular de la región que les corresponda.
Las universidades tienen consultorías rentadas para atender tanto al sector privado como al Estado. Es natural y razonable que la institución genere sus propios recursos. Pero esto debe estar acompañado de un servicio similar, gratuito y permanente, destinado a los pequeños y medianos productores. El concepto de gratuito es simplemente para clarificar una condición de este servicio, ya que como lo explicitamos, este sector aporta a la financiación de la universidad.
En cuanto a los egresados, podría resultar valioso en más de un sentido, instituir el compromiso, contractual inclusive, de una práctica profesional de un año, con carácter social, en las pequeñas comunidades del país, que no tienen acceso a esta asistencia y que son las que más la necesitan. De esta manera, los nuevos profesionales, estarían “devolviendo” la inversión del Estado, y se iniciarían en su profesión con una visión real del país al que pertenecen.
Algunas reflexiones
En nuestro país atravesamos una etapa donde es posible retomar la ofensiva en la lucha de las ideas.
Para ello, es necesario construir una política universitaria que exceda el discurso progresista, el sectarismo casi teológico de las “izquierdas”. Detectar lo nuevo en el modo de pensar y actuar, en amplios sectores que están buscando un espacio donde organizarse; modificar la práctica y formas de organización; elaborar un nuevo diálogo con el estudiantado.
Para mencionar un aspecto: la participación en las elecciones estudiantiles. Es imprescindible alejarse del espectáculo mediático, condimentado con negociaciones y rupturas entre agrupaciones, por cuestiones mezquinas; del ejercicio de una política vacía de contenido, cuyo único objetivo es el de “sumar” militantes y captar votos, copia de los vicios de los partidos tradicionales, cuyo efecto es el aburrimiento y rechazo de la mayoría de los estudiantes. La alternativa es generar dirigentes estudiantiles surgidos de una correcta lectura de las aspiraciones y necesidades de una universidad nueva, con militancia en las aulas, y no de designaciones tomadas en la niebla de las agrupaciones y partidos.
Los intelectuales que se encandilaron con Alfonsin, luego con el Frepaso, los que en el menemismo criticaban desde posiciones derechosas, la modernización y el “primer mundismo” quedaron en “orsay”, pero no se fueron de la cancha. El radicalismo en la universidad, no tiene salidas ni respuestas políticas. La disputa por la hegemonía, desde una posición, sino revolucionaria, sí transformadora de las estructuras y métodos de estudio, tiene que estar sólidamente vinculadas con el objetivo de conformación de un Movimiento Nacional, Popular y Revolucionario.
Rubén Amaya
Escritor -
Ex Presidente de SADE Tucumán
Obras Publicadas: Libros de poemas – cuentos – ensayos
Teatro - Canciones
Publicado por Rubén Amaya en 13:42 0 comentarios
Los estudiantes
Si aceptamos que una clase social se define por la posición o posibilidades dadas por la posesión de medios de producción, la apropiación de plusvalía o la venta de la fuerza de trabajo, es evidente que los estudiantes no pueden ser clasificados en ninguna categoría, ya que no son patrones ni trabajadores..
Algunos estudiosos del tema, los ubican a partir de su origen social. Dado que la mayoría proviene de las clases medias o altas, parecería natural relacionar los conflictos de estas clases sociales con los estudiantiles. Este razonamiento aporta confusión, ya que el estudiante, además de las influencias que contiene de la educación propia de su origen, incorpora el sentido de rebeldía de las fuerzas nuevas y las contradicciones propias de su aproximación a la función de intelectual.
Suena más razonable definirlos como una capa o grupo social, con intereses y puntos de vista propios, independientes de las clases sociales.
La hegemonía lograda por las aristocracias coloniales en el proceso de las luchas por la independencia latinoamericana, se reproduce naturalmente en sus universidades: La enseñanza universitaria es, en este esquema, un privilegio de las minorías, lo cual la lleva a una inevitable burocratización académica.
El objetivo es el de formar y disponer de doctores y técnicos funcionales a los sectores dominantes. Este elitismo definidamente conservador, obstruye los caminos de la evolución del pensamiento, llevando a los claustros universitarios el empobrecimiento científico.
La universidad, creada para formar a los intelectuales orgánicos de la burguesía, se encuentra encerrada en un doble callejón sin salida.
“... no es funcional ni en relación a las demandas de la economía capitalista ni en relación a las demandas de aquellos que quieren derrocar al capitalismo; no dispensa ni una “cultura útil” ni una “cultura rebelde” (la cual, por definición, no se dispensa); dispensa una cultura universitaria, un saber separado de toda práctica productiva o militante. (...) No puede, entonces plantearse el reformar la Universidad, sino solamente destruirla para destruir a la vez la cultura separada del pueblo que ella encarna (la de los mandarines) y la estratificación social de la cual sigue siendo, a pesar de todo, el instrumento” (André Gorz: “Destruir a la Universidad”. Tiempos Modernos Nº 285. París)
Así como la lucha por la modificación de las condiciones de trabajo, sólo pueden ser encabezadas y dirigidas por los trabajadores, la transformación de estas uni8versidades petrificadas, debían ser iniciadas por los estudiantes.
Cuando recientemente se produjo la toma del rectorado de la UBA, se alzaron voces desde los medios de comunicación, incluso de algunos profesores “progre” espantados ante la politización de los estudiantes.
Deodoro Roca, uno de los fundamentales actores de la Reforma Universitaria, decía: “el puro universitario es una cosa monstruosa”. y para José Carlos Mariátegui, “las luchas estudiantiles deben politizarse e ir más allá de las meras reivindicaciones universitarias”. El reclamo por la modificación de los métodos pedagógicos y la reforma del sistema docente, deben continuar y alcanzar un planteo revolucionario que modifique a toda la sociedad. Mariátegui sostiene que las luchas estudiantiles deben eludir las internas del poder o alinearse en ninguna fracción del sistema, construyendo una alternativa propia, autónoma, revolucionaria.
A mediados del siglo XX, los estudiantes profundizan sus cuestionamientos. La falta de fondos en el presupuesto universitario, comenzaron a enlazarse con las desigualdades de la sociedad en su conjunto; los contenidos de la enseñanza, se explican por el objetivo de legitimar el poder a través de la educación; la falta de democracia en la vida universitaria, se vincula con los intereses de clase del Estado; las prohibiciones y control, de las actividades sexuales, con la dominación de una clase sobre otra.
Los estudiantes, casi siempre, se identifican con las nuevas ideas o los proyectos que intentan modificar la organización social, aunque comprendan finalmente que no alcanzan a los conflictos esenciales. La universidad ofrece siempre un escenario propicio para el debate ideológico.
Este debate, no siempre refleja el pensamiento político que pueda circular fuera de la universidad, incluso de la clase social de donde provengan. A menudo, la clase obrera se mantiene ajena a sus inquietudes y no responde a los esfuerzos de algunos grupos estudiantiles que imaginan ubicarse como centro y bandera de luchas que los trabajadores no tienen planteadas. Esto sucede porque el ámbito universitario se encierra en sí mismo, creando un clima político divorciado de la realidad que circula por las calles.
No necesariamente los estudiantes adoptan ideas radicales, ni adhieren a políticas enfrentadas con el sistema. En tanto la universidad refleja los intereses y conflictos de la sociedad a la que pertenece, es natural que haya grupos que representen las ideas de las clases dominantes. Los centros de estudiantes latinoamericanos, desarrollan abiertamente las representaciones de los partidos tradicionales. Sucede con la democracia cristiana en Chile y Venezuela, el PRI en Méjico, el peronismo y el radicalismo en La Argentina.
Incluso el movimiento estudiantil puede llegar a ser en algunas etapas, tan reaccionario, que se lo puede ubicar como de ultra derecha. En la década del 20, los estudiantes ingleses actuaban de rompehuelgas. Aún más extremo, fue su papel en Indonesia, con la caída del gobierno popular de Sukarno; su misión fue delatar a quienes debían ser asesinados por los piquetes militares, que llegaron a alrededor de 700.000 indonesios. Durante el primer gobierno de Perón, las organizaciones estudiantiles se incorporaron al frente oligárquico – imperialista de oposición. Colaboraron con el golpe reaccionario de 1955, y actuaron de rompehuelgas en una huelga de los trabajadores del transporte automotor. En los intentos de golpe de estado contra el gobierno de Chávez, y en el plebiscito por la reforma de la constitución en Venezuela, importantes sectores universitarios actuaron como fuerzas de choque de la derecha.
La complejidad del sector determina que las representaciones de los partidos en las universidades, ubicados en su ala izquierda suelen entrar en conflicto con su línea política, provocando rompimientos extremos. Un desprendimiento de la Acción Democrática, de Rómulo Betancourt, creó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria Venezolano; de la separación del APRA surgió el MIR peruano, dirigido por De La Puente Uceda que luego fue un destacado dirigente guerrillero; de la democracia cristiana chilena, grupos disidentes fundan el MAPU y el MIR, que se integran a la Unidad Popular; en La Argentina, universitarios integrantes del peronismo, radicalismo, del PC, se incorporan a Montoneros, ERP y otros movimientos guerrilleros.
La Reforma Universitaria
En América Latina, Afrecha y Asia, los estudiantes tienen una larga experiencia de participación en las luchas antioligárquicas, antiimperialistas y anticolonialistas.
En nuestro continente, el antecedente más significativo surge en Argentina. En 1918, el estudiantado cordobés comienza a reclamar cambios académicos y culturales. El debate y las exigencias de una renovación pedagógica se extienden por toda América Latina.
Es oportuno recordar el escenario internacional. A la conmoción y reacomodamiento provocado por la Primera Guerra Mundial, se agrega la revolución rusa que se convierte en el primer Estado Socialista, y el triunfo de la revolución mejicana. Todo lo cual hace visualizar un proceso de liberación que ya había comenzado en China y se creía que continuaría en la India.
En el orden nacional, el movimiento registra como antecedentes las grandes huelgas realizadas en la Facultad de Derecho y en la de ciencias Médicas de Buenos Aires a comienzos del siglo XX. Estos acontecimientos dan origen a un movimiento estudiantil con influencia socialista. En abril de 1918 se crea la Federación Universitaria Argentina (FUA), integrada por estudiantes de Tucumán, Santa Fé, Córdoba, La Plata y buenos Aires.
En el orden político, un hecho trascendente es la aprobación de la Ley de Sufragio Universal, en 1912, y en 1916 se produce el triunfo del radicalismo, celebrado como un triunfo del reclamo popular.
Sin desconocer la influencia que estos acontecimientos puedan haber tenido en el ámbito universitario, el movimiento estudiantil tenía motivaciones propias. El hecho de ser Córdoba el punto neurálgico, se debe a que es donde están más agudizadas las contradicciones entre una juventud que observa un mundo en proceso de cambio, y la sociedad local, empecinada en detener el tiempo.
La Universidad Cordobesa funcionaba igual que en 1613, cuando fue fundada. Dominado por el patriciado tradicional, con el manejo de las autoridades religiosas, imponía un extremo régimen de autoridad, rechazaba el método científico y experimental, y se enseñaba teología y derecho público eclesiástico.
Los estudiantes cordobeses comienzan a reclamar el cambio de sistema de cátedras. Frente al rechazo de las autoridades deciden iniciar una huelga que se cumple exitosamente y se extiende a todas las universidades del país. Se organizan manifestaciones reprimidas violentamente por la policía, lo cual produce la solidaridad de sindicatos y partidos de izquierda.
El 21 de junio de 1918, los estudiantes emiten un histórico documento: “Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria” “La Federación Universitaria de Córdoba reclama un gobierno estrictamente democrático y sostiene que el Demos universitario, la soberanía, el derecho a darse el gobierno propio radica principalmente en los estudiantes. El concepto de autoridad que corresponde y acompaña a un director o a un maestro en un hogar de estudiantes universitarios no puede apoyarse en la fuerza de disciplinas extrañas a la sustancia de los estudios. La autoridad de un hogar de estudiantes no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando: enseñando”
En otro párrafo, se pone de manifiesto el espíritu liberal y anticlerical: “No podemos dejar librada nuestra suerte a la tiranía de una secta religiosa”
En septiembre, a tres meses de huelga, los estudiantes toman la universidad. Asumen el gobierno de la misma, eligen a los profesores e incluso a los decanos. Se dispone el levantamiento de la huelga y se invita al pueblo al acto de iniciación de las clases, que es impedido por la policía y el ejército. Finalmente el gobierno irigoyenista no tiene más remedio que aceptar las exigencias. Establece un nuevo estatuto que adopta la docencia libre y la participación de los alumnos en el gobierno de la universidad.
Las ideas de la Reforma. se pueden sintetizar en tres conceptos:
1. Democratización de la Universidad, con un gobierno autónomo formado con profesores, estudiantes y graduados.
2. Terminar con el oscurantismo, imponiendo una enseñanza científica. Para ello exigían profesores idóneos, elegidos por concurso.
3. Vinculación de la universidad con los problemas políticos y sociales del país. Los estudiantes reformistas buscaron la alianza con sectores populares, solidarizándose con la lucha antiimperialista de América latina.
No se puede ni se debe desconocer la proyección latinoamericana de la Reforma.
El Manifiesto Liminar comienza con la frase: “La Juventud Argentina de Córdoba a los Hombres Libres de Sudamérica…” En párrafos posteriores el mensaje continúa: “Nuestra América hasta hoy ha vivido de Europa, teniéndola por guía. En cultura la ha nutrido y orientado. Pero la última guerra ha hecho evidente lo que ya se adivinaba: que en el corazón de esa cultura iban los gérmenes de su propia disolución. Su ciencia estaba al servicio de las minorías dominantes y alimentaba la lucha del hombre contra el hombre… Para los jóvenes, esto trajo como consecuencia el despertar de un continente que vivía colonizado por el pensamiento europeo y cuyos hombres representativos sólo aspiran a figurar como rasgo notorio de discípulos en el concierto mundial de la inteligencia”
La convicción americanista de la Reforma le permite promover acciones concretas en dirección de una fuerte solidaridad y organización internacional.
En 1921 se realiza el Primer Congreso Internacional de Estudiantes en la ciudad de México, de allí surge la Federación Internacional de Estudiantes. En 1925, se organiza también en México, el Primer Congreso de Estudiantes Iberoamericanos. Allí fueron declarados “Maestros de la Juventud”, Alfredo Palacios, Miguel de Unamuno, José Ingenieros, José Martí y José Vasconcelos Calderón. En 1937 se organiza en Santiago de Chile, el Primero Congreso Latinoamericano de Estudiantes, realizándose el Segundo en la ciudad de La Plata (Argentina).
El ejemplo argentino es imitado, primero Perú, luego Cuba, después todos los países latinoamericanos desarrollaron sus propias luchas. En 1920, Gabriel del Mazo, Presidente de la FUA, firmó un convenio con su par de la Federación de Estudiantes del Perú, comprometiéndose a intensificar el intercambio cultural, solidarizarse con la Reforma, luchar por crear o sostener universidades populares y a realizar periódicamente congresos internacionales de estudiantes.
En diciembre del mismo año se firmó otro acuerdo con los estudiantes de Chile, y se organizó el Primer Congreso Nacional de Estudiantes del Perú, seguido por la Convención de Estudiantes de Chile y el Primer Congreso Internacional de Estudiantes realizado en México, en 1921.
Durante la década del 20, la Reforma se extiende y camina por toda Latinoamérica.
La Reforma marca el nacimiento de una generación con un nuevo pensamiento latinoamericano. El proceso de las luchas estudiantiles en Argentina, Uruguay, Chile, Perú, México, Cuba, etc. Si bien parten de incidentes secundarios y distintos, desnudan un mismo origen: el reclamo de una reforma no sólo académica, sino de toda la sociedad.
El sentimiento casi místico de la posguerra, la pasión revolucionaria, la idea confusa de que el mundo entraba en una etapa nueva, a partir de haber develado la inhumanidad del capitalismo; empujaba a los jóvenes a llevar a cabo una heroica misión histórica.
La ideología del movimiento estudiantil, tanto en América Latina como en Europa, no era homogénea, entre otras cosas, porque tanto los viejos partidos socialistas reformistas, como las organizaciones de izquierda, se acomodaron a las ideas demo liberales.
El peruano José Carlos Mariátegui, uno de los impulsores de una lectura latinoamericana del marxismo, rechaza la visión economicista originada en la URSS, después de la muerte de Lenin, que subestima la especificidad del problema educativo.
Enfrenta el pensamiento impulsado por Victorio Codovilla, fundador y cabeza política del Partido Comunista de la Argentina, que desprecia a la Reforma Universitaria, calificándola como “simple ideología pequeño burguesa e idealista”, como lo expresa en la Primera Conferencia Comunista Sudamericana de 1929. Esta incomprensión del P. Comunista, se repite 50 años después, con las luchas estudiantiles del 68 europeo.
Las banderas reformistas son recogidas, en su propio contexto político y social, cincuenta años después, por el estudiantado europeo
Los años 60 quedaron marcados por lo que se llamó “El Mayo Francés”. Este movimiento no fue un hecho aislado ni producido por casualidad o por la espontaneidad de un grupo de estudiantes universitarios franceses.
Los estudiantes de la Facultad de Letras, Leyes y Magisterio de Turín, hacen público un documento en 1968, titulado: “Didáctica y represión” “Por lo que se refiere a la investigación, en nuestra Universidad, investigar quiere decir publicar artículos o libros. Y como el prestigio de los profesores se mide por el volumen de las publicaciones que realiza el Instituto en el que se encuentran enfeudados, impulsan a asistentes y becarios a trabajar en investigaciones completamente inútiles, pero susceptibles de ser publicadas y que valen para triunfar en los concursos... Por lo que se refiere a la didáctica, en la lección magistral el catedrático recita de memoria sus libros y, en el seminario, bajo su dirección sólo se llega a descubrir lo que ya se sabía y quería que fuese descubierto... En cuanto al estudiante, tiene un simple papel receptivo y pasivo. Tiene que perder el día y aceptar un conjunto de vacíos ritos académicos, como son las lecciones, seminarios y laboratorios, pretendiendo hacérsele creer que éste es el único medio de apropiarse de la ciencia y la cultura... Los exámenes, las lecciones, la pérdida de tiempo, el adoctrinamiento, los procedimientos disciplinarios, la imposición desde arriba de la ciencia y de la cultura, son formas de control y de violencia que se ejercen sobre los estudiantes” *
En el mismo año 1968, los alumnos del Instituto de la Universidad de Ciencias Sociales de Trento, manifiestan: “La Universidad es una de las instituciones productivas del sistema social actual, como sistema mercantil (sistema de mercancías). Produce un tipo particular de mercancía: el hombre, considerado como mercancía, como fuerza de trabajo calificada o en camino de calificación, como diplomado o candidato al diploma. La finalidad de esta Institución productiva (la universidad) es ubicar esta mercancía (los estudiantes diplomados) en el mercado de trabajo, a fin de venderla y de insertarla en el ciclo complejo de reproducción social para que ella sea consumida... No es esencial, por consiguiente, para este tipo de institución productiva terminar el proceso de producción de la mercancía. Así la parte más grande de la mercadería estará ubicada en el mercado, en el lugar de trabajo de tiempo parcial, es decir: el estudiante-trabajador, luego simplemente trabajador, sin haber terminado el ciclo de sus estudios” *
El movimiento de rebeldía estudiantil hasta mediados del siglo XX, no se limita a enfrentar al sistema universitario, al servicio de la sociedad de consumo. Empujado por su natural audacia y falta de prejuicios sociales y políticos, ataca los conceptos fundamentales de las clases medias (de donde proviene la mayoría de ellos mismos), a los partidos políticos, no sólo los de la derecha sino también a los de la izquierda.
La actualidad
A partir del retorno de la normalidad institucional del país, la conducción de la Universidad y del movimiento estudiantil, estuvo en manos del radicalismo y del menemismo, quienes trasladaron a éste ámbito los vicios y corrupciones de su práctica política. El desafío, sustancialmente es el mismo que enfrenta el campo popular en su conjunto: elaborar un programa de acción que posibilite unir, tanto a las innumerables fracciones como a los dispersos y desencantados, aprovechando los espacios que abre el gobierno nacional con su política de Derechos Humanos, la reivindicación de la militancia de los 70`, entre otras cosas.
El fracaso del neoliberalismo en el plano político, no tuvo las mismas consecuencias en el universitario. Los promotores de una universidad elitista y “eficiente”, siguen ocupando espacios importantes. El poder de las multinacionales y los grandes capitales “nacionales”, sigue intacto, saboteando investigaciones, programas o prácticas de estudio; promoviendo a su vez, actividades y líneas de trabajo que apuntan a formar un profesional a la medida de las necesidades del mercado de trabajo privado, fogoneando periódicamente campañas contra la universidad libre y gratuita.
Independientemente de reclamos sectoriales y reivindicaciones inmediatas, justas y necesarias, el programa de acción del que hablamos, debería tener como objetivo central, la democratización real y efectiva de las universidades, modificando de raíz su sistema de conducción y administración, incorporando en un plano de igualdad, no sólo a los estudiantes, sino también a los gobiernos provinciales, a los trabajadores y pequeños y medianos productores, con el fin de analizar y promover carreras y programas de estudio que atiendan a las necesidades de cada región del país.
Frente a la necesidad de reconstruir la industria nacional, resulta contradictorio comprobar que las universidades públicas, siguen sosteniendo prioritariamente carreras de servicio, propias del modelo de los años 90`.
Según datos del Anuario 2005-2006, de la Secretaría de Políticas Universitarias, del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, el 75,6 % de los estudiantes, cursan carreras de Ciencias Básicas, Humanas, Salud y Sociales. Sólo el 24,3%, siguen carreras de Ciencias Aplicadas. En particular, las carreras de Derecho y las Económicas, concentran el 34.9% de egresados.
Una universidad con una conducción compartida, como la que proponemos, estaría en condiciones de estudiar seriamente y modificar este perfil, impulsando una mayor proporción de ingresos a las carreras de Ciencias Aplicadas. Mientras tanto, resulta prioritario debatir el tema, no sólo los ámbitos académicos, sino la sociedad en pleno.
La financiación de la universidad se sostiene con el aporte de todos nosotros. Si relacionamos el presupuesto 2008 (ley 26337), con el cálculo de egresados para este año (62900), cada uno de ellos nos costaría a todos nosotros, algo más de $ 89.000
Volvemos a afirmar que la universidad pertenece a la Nación y al pueblo en su conjunto. En consecuencia resulta razonable exigir que tanto la institución como los estudiantes, así como ejercen el derecho a enseñar y a estudiar, tienen el deber de dar respuestas a las necesidades de la población en general, y en particular de la región que les corresponda.
Las universidades tienen consultorías rentadas para atender tanto al sector privado como al Estado. Es natural y razonable que la institución genere sus propios recursos. Pero esto debe estar acompañado de un servicio similar, gratuito y permanente, destinado a los pequeños y medianos productores. El concepto de gratuito es simplemente para clarificar una condición de este servicio, ya que como lo explicitamos, este sector aporta a la financiación de la universidad.
En cuanto a los egresados, podría resultar valioso en más de un sentido, instituir el compromiso, contractual inclusive, de una práctica profesional de un año, con carácter social, en las pequeñas comunidades del país, que no tienen acceso a esta asistencia y que son las que más la necesitan. De esta manera, los nuevos profesionales, estarían “devolviendo” la inversión del Estado, y se iniciarían en su profesión con una visión real del país al que pertenecen.
Algunas reflexiones
En nuestro país atravesamos una etapa donde es posible retomar la ofensiva en la lucha de las ideas.
Para ello, es necesario construir una política universitaria que exceda el discurso progresista, el sectarismo casi teológico de las “izquierdas”. Detectar lo nuevo en el modo de pensar y actuar, en amplios sectores que están buscando un espacio donde organizarse; modificar la práctica y formas de organización; elaborar un nuevo diálogo con el estudiantado.
Para mencionar un aspecto: la participación en las elecciones estudiantiles. Es imprescindible alejarse del espectáculo mediático, condimentado con negociaciones y rupturas entre agrupaciones, por cuestiones mezquinas; del ejercicio de una política vacía de contenido, cuyo único objetivo es el de “sumar” militantes y captar votos, copia de los vicios de los partidos tradicionales, cuyo efecto es el aburrimiento y rechazo de la mayoría de los estudiantes. La alternativa es generar dirigentes estudiantiles surgidos de una correcta lectura de las aspiraciones y necesidades de una universidad nueva, con militancia en las aulas, y no de designaciones tomadas en la niebla de las agrupaciones y partidos.
Los intelectuales que se encandilaron con Alfonsin, luego con el Frepaso, los que en el menemismo criticaban desde posiciones derechosas, la modernización y el “primer mundismo” quedaron en “orsay”, pero no se fueron de la cancha. El radicalismo en la universidad, no tiene salidas ni respuestas políticas. La disputa por la hegemonía, desde una posición, sino revolucionaria, sí transformadora de las estructuras y métodos de estudio, tiene que estar sólidamente vinculadas con el objetivo de conformación de un Movimiento Nacional, Popular y Revolucionario.
Rubén Amaya
Escritor -
Ex Presidente de SADE Tucumán
Obras Publicadas: Libros de poemas – cuentos – ensayos
Teatro - Canciones
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sábado, 30 de agosto de 2008
Lanzamiento de Carta Abierta de artistas e intelectuales argentinos
miércoles 20 de agosto de 2008
Lanzamiento de Carta Abierta de artistas e intelectuales argentinos y Carta Abierta Tucumán
Este documento fue presentado en la librería Gandhi de Buenos Aires por una mesa conformada por Horacio Verbitsky, Nicolás Casullo, Ricardo Forster y Jaime Sorín. Fue firmado por más de 750 intelectuales, entre los que se cuentan decanos de la UBA , David Viñas, Norberto Galasso, Noé Jitrik, Horacio González, José Pablo Feinmann y muchos más nombres, que por limitaciones de espacio es imposible reproducir.
Como en otras circunstancias de nuestra crónica contemporánea, hoy asistimos en nuestro país a una dura confrontación entre sectores económicos, políticos e ideológicos históricamente dominantes y un gobierno democrático que intenta determinadas reformas en la distribución de la renta y estrategias de intervención en la economía. La oposición a las retenciones –comprensible objeto de litigio– dio lugar a alianzas que llegaron a enarbolar la amenaza del hambre para el resto de la sociedad y agitaron cuestionamientos hacia el derecho y el poder político constitucional que tiene el gobierno de Cristina Fernández para efectivizar sus programas de acción, a cuatro meses de ser elegido por la mayoría de la sociedad. Un clima destituyente se ha instalado, que ha sido considerado con la categoría de golpismo. No, quizás, en el sentido más clásico del aliento a alguna forma más o menos violenta de interrupción del orden institucional.
Pero no hay duda de que muchos de los argumentos que se oyeron en estas semanas tienen parecidos ostensibles con los que en el pasado justificaron ese tipo de intervenciones, y sobre todo un muy reconocible desprecio por la legitimidad gubernamental.
Esta atmósfera política, que trasciende el “tema del agro”, ha movilizado a integrantes de los mundos políticos e intelectuales, preocupados por la suerte de una democracia a la que aquellos sectores buscan limitar y domesticar. La inquietud es compartida por franjas heterogéneas de la sociedad que más allá de acuerdos y desacuerdos con las decisiones del Gobierno consideran que, en los últimos años, se volvieron a abrir los canales de lo político. No ya entendido desde las lógicas de la pura gestión y de saberes tecnocráticos al servicio del mercado, sino como escenario del debate de ideas y de la confrontación entre modelos distintos de país. Y, fundamentalmente, reabriendo la relación entre política, Estado, democracia y conflicto como núcleo de una sociedad que desea avanzar hacia horizontes de más justicia y mayor equidad.Desde 2003 las políticas gubernamentales incluyeron un debate que involucra a la historia, a la persistencia en nosotros del pasado y sus relaciones con los giros y actitudes del presente. Un debate por las herencias y las biografías económicas, sociales, culturales y militantes que tiene como uno de sus puntos centrales la cuestión de la memoria articulada en la política de derechos humanos y que transita las tensiones y conflictos de la experiencia histórica, indesligable de los modos de posicionarse comprensivamente delante de cada problema que hoy está en juego. En la actual confrontación alrededor de la política de retenciones jugaron y juegan un papel fundamental los medios masivos de comunicación más concentrados, tanto audiovisuales como gráficos, de altísimos alcances de audiencia, que estructuran diariamente “la realidad” de los hechos, que generan «el sentido» y las interpretaciones y definen “la verdad” sobre actores sociales y políticos desde variables interesadas que exceden la pura búsqueda de impacto y el rating. Medios que gestan la distorsión de lo que ocurre, difunden el prejuicio y el racismo más silvestre y espontáneo, sin la responsabilidad por explicar, por informar adecuadamente ni por reflexionar con ponderación las mismas circunstancias conflictivas y críticas sobre las que operan. Esta práctica de auténtica barbarie política diaria, de desinformación y discriminación, consiste en la gestación permanente de mensajes conformadores de una conciencia colectiva reactiva.Privatizan las conciencias con un sentido común ciego, iletrado, impresionista, inmediatista, parcial. Alimentan una opinión pública de perfil antipolítica, desacreditadora de un Estado democráticamente interventor en la lucha de intereses sociales. La reacción de los grandes medios ante el Observatorio de la discriminación en radio y televisión muestra a las claras un desprecio fundamental por el debate público y la efectiva libertad de información. Se ha visto amenaza totalitaria allí donde la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA llamaba a un trato respetuoso y equilibrado del conflicto social.En este nuevo escenario político resulta imprescindible tomar conciencia no sólo de la preponderancia que adquiere la dimensión comunicacional y periodística en su acción diaria, sino también de la importancia de librar, en sentido plenamente político en su amplitud, una batalla cultural al respecto. Tomar conciencia de nuestro lugar en esta contienda desde las ciencias, la política, el arte, la información, la literatura, la acción social, los derechos humanos, los problemas de género, oponiendo a los poderes de la dominación la pluralidad de un espacio político intelectual lúcido en sus argumentos democráticos. Se trata de una recuperación de la palabra crítica en todos los planos de las prácticas y en el interior de una escena social dominada por la retórica de los medios de comunicación y la derecha ideológica de mercado. De la recuperación de una palabra crítica que comprenda la dimensión de los conflictos nacionales y latinoamericanos, que señale las contradicciones centrales que están en juego, pero sobre todo que crea imprescindible volver a articular una relación entre mundos intelectuales y sociales con la realidad política. Es necesario crear nuevos lenguajes, abrir los espacios de actuación y de interpelación indispensables, discutir y participar en la lenta constitución de un nuevo y complejo sujeto político popular, a partir de concretas rupturas con el modelo neoliberal de país. La relación entre la realidad política y el mundo intelectual no ha sido especialmente alentada desde el gobierno nacional y las políticas estatales no han considerado la importancia, complejidad y carácter político que tiene la producción cultural.En una situación global de creciente autonomía de los actores del proceso de producción de símbolos sociales, ideas e ideologías, se producen abusivas lógicas massmediáticas que redefinen todos los aspectos de la vida social, así como las operaciones de las estéticas de masas reconvirtiendo y sojuzgando los mundos de lo social, de lo político, del arte, de los saberes y conocimientos. Son sociedades cuya complejidad política y cultural exige, en la defensa de posturas, creencias y proyectos democráticos y populares, una decisiva intervención intelectual, comunicacional, informativa y estética en el plano de los imaginarios sociales.Esta problemática es decisiva no sólo en nuestro país, sino en el actual Brasil de Lula, en la Bolivia de Evo Morales, en el Ecuador de Correa, en la Venezuela de Chávez, en el Chile de Bachelet, donde abundan documentos, estudios y evidencias sobre el papel determinante que asume la contienda cultural y comunicativa y las denuncias contra los medios en manos de los grupos de mercado más concentrados. Es también en esta confrontación, que se extiende al campo de la lucha sobre las narraciones acerca de las historias latinoamericanas, donde hoy se está jugando la suerte futura de varios gobiernos que son jaqueados y deslegitimados por sus no alineamientos económicos con las recetas hegemónicas y por sus «desobediencias» políticas con respecto a lo que propone Estados Unidos. Reconociendo los inesperados giros de las confrontaciones que vienen sucediéndose en esta excepcional edad democrática y popular de América latina desde comienzos de siglo XXI, vemos entonces la significación que adquiere la reflexión crítica en relación con las vicisitudes entre Estado, sociedad y mercado globalizado. Uno de los puntos débiles de los gobiernos latinoamericanos, incluido el de Cristina Fernández, es que no asumen la urgente tarea de construir una política a la altura de los desafíos diarios de esta época, que tenga como
horizonte lo político emancipatorio. Porque no se trata de proponer un giro de precisión académica a los problemas, sino de una exigencia de pasaje a la política, en un tiempo argentino en el que se vuelven a discutir cuestiones esenciales que atraviesan nuestras prácticas. Pasaje hacia la política que nos confronta con las dimensiones de la justicia, la igualdad, la democratización social y la producción de nuevas formas simbólicas que sean capaces de expresar las transformaciones de la época. En este sentido es que visualizamos la originalidad de lo que está ocurriendo en América latina (más allá de las diferencias que existen entre los distintos proyectos nacionales) y los peligros a los que nos enfrentamos, peligros claramente restauracionistas de una lógica neoliberal hegemónica durante los años noventa. Teniendo en cuenta esta escena de nuestra actualidad, nuestro propósito es aportar a una fuerte intervención política –donde el campo intelectual, informativo, científico, artístico y político juega un rol de decisiva importancia– en el sentido de una democratización, profundización y renovación del campo de los grandes debates públicos. Estratégicamente se trata de sumar formas políticas que ayuden a fecundar una forma más amplia y participativa de debatir.Nos interesa pues encontrar alternativas emancipadoras en los lenguajes, en las formas de organización, en los modos de intervención en lo social desde el Estado y desde el llano, alternativas que puedan confrontar con las apetencias de los poderes conservadores y reactivos que resisten todo cambio real. Pero también que pueda discutir y proponer opciones conducentes con respecto a los no siempre felices modos de construcción política del propio gobierno democrático: a las ausencias de mediaciones imprescindibles, a las soledades enunciativas, a las políticas definidas sin la conveniente y necesaria
participación de los ciudadanos. Una nueva época democrática, nacional y popular es una realidad de conflictos cotidianos, y precisa desplegar las voces en un vasto campo de lucha, confiar, alentar e interactuar. En este sentido, sentimos que las carencias que muchas veces muestra el Gobierno para enfocar y comprender los vínculos, indispensables, con campos sociales que no se componen exclusivamente por aquellos sectores a los que está acostumbrado a interpelar, no posibilitan generar una dinámica de encuentro y diálogo recreador de lo democrático-popular. Creemos indispensable señalar los límites y retrasos del Gobierno en aplicar políticas redistributivas de clara reforma social. Pero al mismo tiempo reconocemos y destacamos su indiscutible responsabilidad y firmeza al instalar tales cuestiones redistributivas como núcleo de los debates y de la acción política desde el poder real que ejerce y conduce al país (no desde la mera teoría), situando tal tema como centro neurálgico del conflicto contra sectores concentrados del poder económico. Todo lo expresado y resumido da pie a la necesidad de creación de un espacio político plural de debate que nos reúna y nos permita actuar colectivamente. Experiencia que se instituye como espacio de intercambio de ideas, tareas y proyectos, que aspira a formas concretas de encuentro, de reflexión, organización y acción democrática con el Gobierno y con organizaciones populares para trabajar mancomunadamente, sin perder como espacio autonomía ni identidad propia. Un espacio signado por la urgencia de la coyuntura, la vocación por la política y la perseverante pregunta por los modos contemporáneos de la emancipación.
lunes 4 de agosto de 2008
Lanzamiento de Carta Abierta de artistas e intelectuales argentinos y Carta Abierta Tucumán
Este documento fue presentado en la librería Gandhi de Buenos Aires por una mesa conformada por Horacio Verbitsky, Nicolás Casullo, Ricardo Forster y Jaime Sorín. Fue firmado por más de 750 intelectuales, entre los que se cuentan decanos de la UBA , David Viñas, Norberto Galasso, Noé Jitrik, Horacio González, José Pablo Feinmann y muchos más nombres, que por limitaciones de espacio es imposible reproducir.
Como en otras circunstancias de nuestra crónica contemporánea, hoy asistimos en nuestro país a una dura confrontación entre sectores económicos, políticos e ideológicos históricamente dominantes y un gobierno democrático que intenta determinadas reformas en la distribución de la renta y estrategias de intervención en la economía. La oposición a las retenciones –comprensible objeto de litigio– dio lugar a alianzas que llegaron a enarbolar la amenaza del hambre para el resto de la sociedad y agitaron cuestionamientos hacia el derecho y el poder político constitucional que tiene el gobierno de Cristina Fernández para efectivizar sus programas de acción, a cuatro meses de ser elegido por la mayoría de la sociedad. Un clima destituyente se ha instalado, que ha sido considerado con la categoría de golpismo. No, quizás, en el sentido más clásico del aliento a alguna forma más o menos violenta de interrupción del orden institucional.
Pero no hay duda de que muchos de los argumentos que se oyeron en estas semanas tienen parecidos ostensibles con los que en el pasado justificaron ese tipo de intervenciones, y sobre todo un muy reconocible desprecio por la legitimidad gubernamental.
Esta atmósfera política, que trasciende el “tema del agro”, ha movilizado a integrantes de los mundos políticos e intelectuales, preocupados por la suerte de una democracia a la que aquellos sectores buscan limitar y domesticar. La inquietud es compartida por franjas heterogéneas de la sociedad que más allá de acuerdos y desacuerdos con las decisiones del Gobierno consideran que, en los últimos años, se volvieron a abrir los canales de lo político. No ya entendido desde las lógicas de la pura gestión y de saberes tecnocráticos al servicio del mercado, sino como escenario del debate de ideas y de la confrontación entre modelos distintos de país. Y, fundamentalmente, reabriendo la relación entre política, Estado, democracia y conflicto como núcleo de una sociedad que desea avanzar hacia horizontes de más justicia y mayor equidad.Desde 2003 las políticas gubernamentales incluyeron un debate que involucra a la historia, a la persistencia en nosotros del pasado y sus relaciones con los giros y actitudes del presente. Un debate por las herencias y las biografías económicas, sociales, culturales y militantes que tiene como uno de sus puntos centrales la cuestión de la memoria articulada en la política de derechos humanos y que transita las tensiones y conflictos de la experiencia histórica, indesligable de los modos de posicionarse comprensivamente delante de cada problema que hoy está en juego. En la actual confrontación alrededor de la política de retenciones jugaron y juegan un papel fundamental los medios masivos de comunicación más concentrados, tanto audiovisuales como gráficos, de altísimos alcances de audiencia, que estructuran diariamente “la realidad” de los hechos, que generan «el sentido» y las interpretaciones y definen “la verdad” sobre actores sociales y políticos desde variables interesadas que exceden la pura búsqueda de impacto y el rating. Medios que gestan la distorsión de lo que ocurre, difunden el prejuicio y el racismo más silvestre y espontáneo, sin la responsabilidad por explicar, por informar adecuadamente ni por reflexionar con ponderación las mismas circunstancias conflictivas y críticas sobre las que operan. Esta práctica de auténtica barbarie política diaria, de desinformación y discriminación, consiste en la gestación permanente de mensajes conformadores de una conciencia colectiva reactiva.Privatizan las conciencias con un sentido común ciego, iletrado, impresionista, inmediatista, parcial. Alimentan una opinión pública de perfil antipolítica, desacreditadora de un Estado democráticamente interventor en la lucha de intereses sociales. La reacción de los grandes medios ante el Observatorio de la discriminación en radio y televisión muestra a las claras un desprecio fundamental por el debate público y la efectiva libertad de información. Se ha visto amenaza totalitaria allí donde la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA llamaba a un trato respetuoso y equilibrado del conflicto social.En este nuevo escenario político resulta imprescindible tomar conciencia no sólo de la preponderancia que adquiere la dimensión comunicacional y periodística en su acción diaria, sino también de la importancia de librar, en sentido plenamente político en su amplitud, una batalla cultural al respecto. Tomar conciencia de nuestro lugar en esta contienda desde las ciencias, la política, el arte, la información, la literatura, la acción social, los derechos humanos, los problemas de género, oponiendo a los poderes de la dominación la pluralidad de un espacio político intelectual lúcido en sus argumentos democráticos. Se trata de una recuperación de la palabra crítica en todos los planos de las prácticas y en el interior de una escena social dominada por la retórica de los medios de comunicación y la derecha ideológica de mercado. De la recuperación de una palabra crítica que comprenda la dimensión de los conflictos nacionales y latinoamericanos, que señale las contradicciones centrales que están en juego, pero sobre todo que crea imprescindible volver a articular una relación entre mundos intelectuales y sociales con la realidad política. Es necesario crear nuevos lenguajes, abrir los espacios de actuación y de interpelación indispensables, discutir y participar en la lenta constitución de un nuevo y complejo sujeto político popular, a partir de concretas rupturas con el modelo neoliberal de país. La relación entre la realidad política y el mundo intelectual no ha sido especialmente alentada desde el gobierno nacional y las políticas estatales no han considerado la importancia, complejidad y carácter político que tiene la producción cultural.En una situación global de creciente autonomía de los actores del proceso de producción de símbolos sociales, ideas e ideologías, se producen abusivas lógicas massmediáticas que redefinen todos los aspectos de la vida social, así como las operaciones de las estéticas de masas reconvirtiendo y sojuzgando los mundos de lo social, de lo político, del arte, de los saberes y conocimientos. Son sociedades cuya complejidad política y cultural exige, en la defensa de posturas, creencias y proyectos democráticos y populares, una decisiva intervención intelectual, comunicacional, informativa y estética en el plano de los imaginarios sociales.Esta problemática es decisiva no sólo en nuestro país, sino en el actual Brasil de Lula, en la Bolivia de Evo Morales, en el Ecuador de Correa, en la Venezuela de Chávez, en el Chile de Bachelet, donde abundan documentos, estudios y evidencias sobre el papel determinante que asume la contienda cultural y comunicativa y las denuncias contra los medios en manos de los grupos de mercado más concentrados. Es también en esta confrontación, que se extiende al campo de la lucha sobre las narraciones acerca de las historias latinoamericanas, donde hoy se está jugando la suerte futura de varios gobiernos que son jaqueados y deslegitimados por sus no alineamientos económicos con las recetas hegemónicas y por sus «desobediencias» políticas con respecto a lo que propone Estados Unidos. Reconociendo los inesperados giros de las confrontaciones que vienen sucediéndose en esta excepcional edad democrática y popular de América latina desde comienzos de siglo XXI, vemos entonces la significación que adquiere la reflexión crítica en relación con las vicisitudes entre Estado, sociedad y mercado globalizado. Uno de los puntos débiles de los gobiernos latinoamericanos, incluido el de Cristina Fernández, es que no asumen la urgente tarea de construir una política a la altura de los desafíos diarios de esta época, que tenga como
horizonte lo político emancipatorio. Porque no se trata de proponer un giro de precisión académica a los problemas, sino de una exigencia de pasaje a la política, en un tiempo argentino en el que se vuelven a discutir cuestiones esenciales que atraviesan nuestras prácticas. Pasaje hacia la política que nos confronta con las dimensiones de la justicia, la igualdad, la democratización social y la producción de nuevas formas simbólicas que sean capaces de expresar las transformaciones de la época. En este sentido es que visualizamos la originalidad de lo que está ocurriendo en América latina (más allá de las diferencias que existen entre los distintos proyectos nacionales) y los peligros a los que nos enfrentamos, peligros claramente restauracionistas de una lógica neoliberal hegemónica durante los años noventa. Teniendo en cuenta esta escena de nuestra actualidad, nuestro propósito es aportar a una fuerte intervención política –donde el campo intelectual, informativo, científico, artístico y político juega un rol de decisiva importancia– en el sentido de una democratización, profundización y renovación del campo de los grandes debates públicos. Estratégicamente se trata de sumar formas políticas que ayuden a fecundar una forma más amplia y participativa de debatir.Nos interesa pues encontrar alternativas emancipadoras en los lenguajes, en las formas de organización, en los modos de intervención en lo social desde el Estado y desde el llano, alternativas que puedan confrontar con las apetencias de los poderes conservadores y reactivos que resisten todo cambio real. Pero también que pueda discutir y proponer opciones conducentes con respecto a los no siempre felices modos de construcción política del propio gobierno democrático: a las ausencias de mediaciones imprescindibles, a las soledades enunciativas, a las políticas definidas sin la conveniente y necesaria
participación de los ciudadanos. Una nueva época democrática, nacional y popular es una realidad de conflictos cotidianos, y precisa desplegar las voces en un vasto campo de lucha, confiar, alentar e interactuar. En este sentido, sentimos que las carencias que muchas veces muestra el Gobierno para enfocar y comprender los vínculos, indispensables, con campos sociales que no se componen exclusivamente por aquellos sectores a los que está acostumbrado a interpelar, no posibilitan generar una dinámica de encuentro y diálogo recreador de lo democrático-popular. Creemos indispensable señalar los límites y retrasos del Gobierno en aplicar políticas redistributivas de clara reforma social. Pero al mismo tiempo reconocemos y destacamos su indiscutible responsabilidad y firmeza al instalar tales cuestiones redistributivas como núcleo de los debates y de la acción política desde el poder real que ejerce y conduce al país (no desde la mera teoría), situando tal tema como centro neurálgico del conflicto contra sectores concentrados del poder económico. Todo lo expresado y resumido da pie a la necesidad de creación de un espacio político plural de debate que nos reúna y nos permita actuar colectivamente. Experiencia que se instituye como espacio de intercambio de ideas, tareas y proyectos, que aspira a formas concretas de encuentro, de reflexión, organización y acción democrática con el Gobierno y con organizaciones populares para trabajar mancomunadamente, sin perder como espacio autonomía ni identidad propia. Un espacio signado por la urgencia de la coyuntura, la vocación por la política y la perseverante pregunta por los modos contemporáneos de la emancipación.
lunes 4 de agosto de 2008
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